29 jul 2016

La quilla y los pueblos sumergidos




-Yo quiero seguir siendo pequeñín, mamá.
- Tú sí que sabes, qué listín es mi niño...el bebé desapareció...
- Mamá, ¿cuando yo tenía cuatro años ya hablaba?
- Sí, pero no como ahora.
- ¿No tan bien?
- No tan bien, no. Ahora te expresas con mucha claridad, y tienes mucho más vocabulario, desde luego. Me gusta que hables bien.
- Es que si eres pequeñín te llevan en brazos y te dan de comer, te limpian y tienes una sillita especial para la mesa con los piesines colgando... ¿Podemos poner otra vez la sillita?
- ¡Pero si ya no cabes ahí! y van a llegar los pies casi hasta el suelo.
- Anda, por fa mamá.
- Vale. La vamos a poner pero luego la quitamos, que ocupa la mitad de la mesa y ya no es necesario. Y tú, Martín, no quieres tu sillita colgante?
- No. Yo no.
- Yo vuelvo a los cuatro años pero según estoy de cuerpo ahora.
- Vale, ok. Qué trajín...Esto es un no parar.
- Mamá, a mí me gusta la idea de lo de los buitres.
- De los buitres... Ah, lo de las Torres del silencio?
- Sí, eso. Así, después de muerto sigues volando por ahí, por el mundo. Con los buitres.
- Jamás se me hubiera ocurrido algo como eso. Qué bueno. Ay... esa cabecita, cuántas cosas tiene ya... Es buena idea sí.
- Oye mamá, ¿cuándo vamos a volver a ver a la chica de la piragua?
- Pues no lo sé. Ya veremos. Te gustó mucho esa chica, ¿no?
- Bueno, no es por la chica, mamá. Es por la piragua.
- Ja ja ja, me encanta tu sinceridad.
- Sí, estaría estupendo tener un barquito eh... cómo te gustó... y a ti también, que lo sé yo.
- Mira, si le quitas la vela a una tabla de las de wind-surf, te puedes subir y remar, sentado, y también de pie.
- ¿Encima de la tabla sólo?
- Sí, pero tienes que tener la quilla.
- ¿La quilla?
- La quilla sí. La quilla es como la columna vertebral de las personas. Tiene que estar bien puesta. Te guía y hace de contrapeso. Si no ... Te vas... ¡Al agua patos!
Yo remé bastante en una tabla de esas por el pantano de Luna. Era muy gozoso. Y muy distinto del mar. Había una calma infinita entre las montañas de roca, y por la Isla de los conejos, las costas de Mayo, las paredes verticales, la cola, el puente ese que está como medio destruido, ¿sabéis? Mucho silencio.
Y por encima de los pueblos sumergidos cuando se construyó el pantano, a veces por encima de los campanarios y los restos de muros, buceando... los pueblos sumergidos. Me da un poco de tristeza todo eso. Los restos de lugares con nombres tan bonitos como Láncara de Luna, Las Ventas de Mayo, La Canela, Mirantes de Luna... ¿a que son nombres preciosos...?
-Sí... Pero ¿para qué los taparon con agua?
- Ya. Pues para poder regar zonas del sur de León que no tenían agua para sus tierras.
Me haces recordar un guión de Llamazares para una película que se titula El Filandón, bajo el pantano de Vegamián, uno de esos pueblos sumergidos. Era un matrimonio muy mayor, muy viejecitos, que se acostaban en la cama a esperar la muerte. Era como una imagen de sueño, muy onírica. Tengo esa imagen grabada.
Nunca sabes cuáles son las imágenes que te van a acompañar, es curioso. A veces las cosas más tontas...
- Oye mamá, ¿Cuánto es un dos punto y un cero, otro cero y otro cero?
- Dos mil.
- Pues te dan dos mil monedas cada mes ¡PARA TODA LA VIDA!! Lo pone en este bote de café.
- Ja ja ja, sí...estaría bien eso. Seguro que hay muchísima gente que aceptaría un sueldito de dos mil para toda la vida...
Ves, como ya sabéis leer, os podéis enterar de muchas cositas, ya nadie os puede engañar.
- Mamá, si nos toca eso nos podemos comprar una barca, y muchos legos, millones de legos. Y una limusina, que tienen de todo. ¡Hasta alfombras!
-¡¡Mamma mía...!! Y para qué queremos nosotros una limusina.... nah, no lo veo muy buena idea, luego no podemos aparcar en ningún sitio, y además la rayaríamos enseguida, con lo larga que es...
- Pero mamá, ¡que es para toda la vida!
- Vale vale... ya lo envío de tu parte, y si toca pues ya sabes.
- También quiero comprar un kiosko. Aunque me sobrará mucho dinero.
- No creas, dos mil monedas... se van en nada.

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